El Roí

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Monday, July 03, 2006














Por: Ministerio En Contacto
[No fuimos hechos para llevar el peso de nuestras cargas]

¿HA OBSERVADO CóMO ENFRENTAN LAS PERSONAS SUS CARGAS Y SUS SUFRIMIENTOS EN LA VIDA? Es posible que haya notado que algunas enfrentan sus problemas con una actitud positiva, mientras que otras son destrozadas por sus dificultades. Puesto que nadie está enteramente libre de sufrimientos, es importante comprender cómo quiere Dios que las soportemos.

Los problemas que enfrentamos tienen tres fuentes diferentes. A veces son situaciones provocadas por nosotros mismos, mientras que otras veces son simplemente la obra del diablo. Pero otras pruebas vienen directamente de la mano de Dios.

Nuestros problemas difieren notablemente: una madre cristiana sin un esposo puede tener la tarea de criar a sus hijos en un mundo impío que trata de destruirlos; una agria desavenencia en el trabajo puede dejar a una persona; o un pecado del pasado puede dar como resultado profundas cicatrices de culpa que se convierten en una carga para la persona. No importa cuál sea el tipo de problema o su origen, la pregunta es: ¿Cómo podemos afrontar las cargas que se nos presentan en la vida?

Jesús no nos promete eliminar nuestras dificultades, pero sí ocuparse de ellas de manera que no tengamos que soportar su peso. Situaciones dolorosas, como una enfermedad terminal, el cuidado de un familiar inválido, o la muerte de un ser amado son permanentes, en lo que respecta a esta vida. Todos consideramos angustiosa la idea de una prueba permanente, pero el cristiano debe recordar que no debemos manejar estos asuntos con nuestras propias fuerzas. Dios desea nuestra carga y llevarla por nosotros. El Señor invita personalmente a cada uno de nosotros a encontrar renovación en Él (1 Juan 5:3).

Todos nosotros, preferiríamos evitar las circunstancias dolorosas, pero el Señor sabe que nuestras dificultades y sufrimientos, las cosas que no podemos manejar por nosotros mismos, forman el terreno fértil para nuestro crecimiento y para una dependencia de Él.

¿Cómo podríamos conocer a Jesucristo como el que lleva nuestras cargas, si no estamos nosotros mismos bajo una carga, tratando de hacerle frente, para experimentar después el alivio de dejar que sea Él quien lleve su peso?

Muchas veces, las dificultades que Dios ha enviado o permitido en mi vida han sido tan desagradables que le pedí que me las quitara. Sin embargo, cuando reflexioné después y me di cuenta de que mi sufrimiento me había enseñado a conocer más al Señor, oré diciendo: “Gracias por saber más que yo. Gracias por no haberme hecho fáciles las cosas”.

Esta de más decir que todos preferimos una vida tranquila y libre de problemas, pero la pregunta es: ¿Quiero lo que quiere la carne, la holgura, el bienestar y el placer, o quiero ser la persona consagrada que Dios quiere que sea? Es una decisión que todos los creyentes tienen que hacer.

Al mismo tiempo, aunque hay que esperar problemas, tenemos que reconocer que Dios nunca tuvo la intención de que la vida cristiana fuera difícil (Juan 16:33). El Señor quiere que sepamos que, no importa cuál sea nuestra carga, si venimos a Él, Él aliviará el peso de nuestra carga si le permitimos que lo haga.

Siempre que usted tenga una carga pesada, vaya a Mateo 11:28-30 para obtener sabiduría divina en cuanto a cómo debe proceder: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. De este pasaje podemos aprender cuatro pasos que debemos dar:

Humillarse. Para usted es humillante reconocer que está luchando con un problema que no puede manejar. Algunas personas se niegan a quitarse la fachada de que tienen el control de sus vidas; insisten en que pueden manejar la situación, cualquiera que ésta sea. Pero hay cargas en la vida que ninguna persona puede soportar bien con sus propias fuerzas. ¿Por qué cree usted que abundan tanto las drogas, y que los bares están llenos? No hay nada de feliz en la llamada “hora feliz”, que atrae a las personas que tratan de huir de las cargas que no pueden evitar. La respuesta frecuente del mundo es que busquen ayuda por medio de sustancias, de drogas, de alcohol, de una nueva relación, o quizás de una acción o una declaración deshonesta; pero ninguna de estas cosas funcionan.

La solución divina, por otro lado, es simplemente, “vengan”. Cristo es el único en quien debemos poner las cargas, pues Él y sólo Él puede manejar su desesperación, pero primero tiene usted que reconocer que tiene un problema. La verdadera humildad, en realidad, involucra más que abrirse al Señor; Dios también quiere que usted comparta su carga con alguien más que Él le ha enviado para que le ayude a llevarla. Muchas veces el obstáculo que impide recibir la ayuda de Dios, es que somos demasiado orgullosos.

Someterse. Después de hablar de que estamos trabajados y cargados, Jesús dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros”. La primera reacción de sus oyentes debió haber sido: “¡Un momento! Está llamando a la gente que se siente cargada por los problemas de la vida, ¿y dice que llevemos un yugo sobre nosotros?” El yugo descrito aquí era un pedazo de madera utilizado para controlar dos bueyes y mantenerlos unidos de manera que ambos compartieran la carga que arrastraban. En la Biblia, un yugo implicaba también esclavitud. Pero Jesús no está hablando de hacernos más pesada la carga. Más bien, está diciendo que nos sometamos a Su voluntad; luego, cuando estemos en yugo con Él, podemos caminar juntos y halar juntos. De hecho, si nos sometemos a Cristo, nuestra carga se hará más liviana porque nuestro Señor omnipotente llevará el peso de ella.

Sin embargo, nosotros no podemos simplemente echar nuestra carga sobre el Señor y desentendernos después del asunto, ya libres de la carga, porque no es así como Dios actúa. Nosotros tenemos también que someternos a Él. Después de todo, ¿qué son las cargas? No son sólo problemas que pueden ser eliminados quirúrgicamente de nuestra vida; por el contrario, son la manera como pensamos y los sentimientos que nos abruman. La única manera como el Señor levantará nuestra carga es poniéndose Él mismo debajo de la carga con usted; entonces usted se someterá a Él, y Él comenzará a controlarlo a usted. El peso de su problema desaparecerá después de un tiempo porque usted comenzará a responder a su situación de una manera totalmente diferente. Si usted quiere que el Señor tome su carga, Él debe tenerle totalmente a usted, no simplemente al problema que usted quiere que le quite. Al permitirle a Cristo que le controle, Él, de hecho, se hará cargo de su problema.

Aprender del Señor. Jesús nos dice que Él quiere que caminemos al unísono con Él, bajo Su yugo de amor. Podremos movernos lado a lado con el Señor sólo si aprendemos quién es Él, lo cual es el prerrequisito para que podemos obedecerlo. Sería una terrible contradicción creer que podemos descargar nuestro agobio y nuestros problemas en Dios, para después seguir viviendo de la manera pecaminosa que queramos. La razón por la que seguimos viviendo bajo el peso de las cargas, es porque no nos hemos sometido al Señor, sino que insistimos en hacer nuestra propia voluntad.

Si un cristiano peca contra el Señor, el Espíritu Santo convencerá a esa persona de su pecado. Repentinamente, no tendrá paz, ni gozo, ni comunión con el Padre celestial. Se hace dolorosamente evidente que algo anda mal cuando los hijos de Dios sienten una carga de pecado. Para poder ser liberado del peso de esa carga, el creyente tendrá que tomar la decisión específica de poner fin a una conducta que le habría gustado conservar.

Confiar. Aunque Dios no dice que nos quitará la carga, el versículo 29 promete lo que Él dará: descanso a nuestras almas. Arrastrar un problema es como subir una montaña con una mochila de cien libras a la espalda: en poco tiempo nos fatigaremos y nos desanimaremos, y podremos fácilmente comenzar a desesperarnos. Pero nuestro amoroso Padre celestial nos ofrece alivio para que ya no estemos trabajados y cargados. Si usted confía en Dios y comienza a reclamar Su generosísima oferta, se coloca en una posición para recibir Sus bendiciones prometidas.

Confiarle a Dios nuestra carga no significa que nunca más nos ocuparemos de la situación. Más bien, quiere decir que comenzaremos a pensar en ella bajo una nueva luz: la luz de la persona de Jesucristo, quien es nuestra suficiencia; la luz de las promesas de Dios, quien ha prometido no dejar que los justos sean abatidos (Salmo 55:22 NVI.); la luz de Su poder, que nos permite enfrentar el problema y seguir adelante. Confiar en Dios alivia nuestra carga.

¿Está usted llevando hoy una carga que le oprime? Jesucristo le está ofreciendo la salida. Recuerde que Su yugo es liviano. Él no le torcerá, ni le destrozará, no le forzará, ni le destruirá. Por el contrario, el sometimiento al Señor le levantará. Permita que Dios tome el peso de la carga, cuyo propósito no fue que usted la llevara por sí solo. A cambio, Él le dará el poder del Espíritu Santo que le capacitará para enfrentar todos los problemas de la vida.

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